
«"Pasé 30 años buscando el secreto de la felicidad y lo que encontré no era lo que pensaba"»
«En un impactante relato personal, Fergal Keane reflexiona sobre la convivencia con el trastorno de estrés postraumático, la depresión y su búsqueda del equilibrio en la vida. Lo que descubrió por el camino es un estudio más profundo de la felicidad que puede aplicarse a quienes padecen graves problemas de salud mental, pero también a quienes simplemente necesitan un empujón.
Me refugié en la energía estimulante, la camaradería y el sentido de propósito que acompañaban a los reportajes sobre conflictos.
Soy un privilegiado. He tenido acceso al mejor tratamiento. Hay tantos en nuestra sociedad que no lo tienen. También es importante reconocer que hay numerosos factores sociales, económicos y culturales que influyen en nuestra capacidad para experimentar la felicidad. Y, actualmente, se está estudiando la predisposición genética a la depresión y la adicción.
Según mi experiencia, el secreto de la felicidad es que... no hay ningún secreto. Está ahí, a la vista de todos, a nuestro alrededor, esperando a que la encontremos. Pero no está siempre presente. No es la condición natural y cotidiana de la humanidad, como tampoco lo son la depresión o la rabia.
Pasé años sentado en las sillas de los terapeutas, y a veces mirando por las ventanas de los pabellones psiquiátricos, esperando la cura perfecta que arreglara mi cabeza y mi maltrecho espíritu.
Para mí, la soledad era la característica que definía mis problemas de salud mental. Me adentraba en mí mismo y no encontraba nada que amar o admirar.
¿Qué hice? Muchas cosas sencillas al principio.
Escribía una lista de agradecimientos cada mañana. Mi recuento diario de lo bueno que hay en mi vida. Leo más poesía porque me tranquiliza. Di largos paseos con el perro por el río Támesis y el parque de Richmond. Incluso empecé a meditar, un milagro para un hombre que rara vez podía permanecer sentado más de cinco minutos. Fui más al cine. Hice sencillas tareas domésticas. No los cameos en la cocina de días pasados, sino limpiar, lavar, cocinar y pagar las facturas con regularidad. Maravilla de maravillas, ¡podía hacerlo!
Dediqué más tiempo a la amistad. Y para el amor, de las personas que más me importaban. Escuché donde antes quizá sólo había pontificado. Me esforcé por callarme cuando alguien quería expresar un resentimiento, en lugar de dejar que los hábitos infantiles de estar a la defensiva se apoderaran de mí.
Me ofrecí a ayudar a otros que lo estaban pasando mal. Los que se están recuperando de una adicción conocen la máxima sobre la sobriedad: "Para conservarla hay que regalarla". Lo mismo ocurre con la felicidad».
Extraído de Montevideo Portal. Link a la noticia completa
Todos de una forma u otra buscamos el sentido de la vida que muchos llaman «felicidad», con la diferencia de que en esa búsqueda tuvimos el privilegio de encontrar lo que necesitamos en la persona de Cristo. Él y nadie más es lo que el mundo necesita, y nosotros debemos hacer conocer su amor a todos.
Oremos
Señor, ayúdanos a ser portadores de tu amor a un mundo que se pierde en el dolor de la falta de propósito, la depresión, pero sobre todo por la falta de tenerte en sus vidas. En el nombre de Jesús, amen.
Noela Rebollo