Una vez le preguntaron a una mujer cristiana:
¿Qué "ganas" al orar a Dios cada día?
Ella respondió:
Usualmente no gano nada, sino más bien pierdo cosas.
Y citó todo lo que perdió orando a Dios regularmente:
Perdí mi orgullo.
Perdí mi arrogancia.
Perdí mi prepotencia.
Perdí mi desunida.
Perdí mi individualismo.
Perdí mi desobediencia.
Perdí la codicia.
Perdí mi impulso.
Perdí "mi" ira.
Perdí la lujuria.
Perdí el placer de mentir.
Perdí el sabor del pecado.
Perdí la impaciencia.
Perdí la desesperación.
Perdí desánimo.
A veces oramos, no para ganar algo, sino para perder cosas que no nos permiten crecer espiritualmente.
La oración transforma, fortalece y sana.
La oración es el canal que nos conecta directamente con Dios".
¡No desmayes, sigue orando!