“…Nadie tiene el derecho de humillar a nadie. De humillarle por su color de piel, por su lengua o por su acento, por su lugar de nacimiento, por sus hábitos de vida, por sus orígenes y tradiciones. “ Fernando Savater
En el día 21 de marzo de cada año se celebra El Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial. Ese día, en 1960, la policía abrió fuego y mató a 69 personas en una manifestación pacífica contra las leyes de pases del apartheid en Sudáfrica. Al proclamar el Día en 1966, la Asamblea General de las Naciones Unidas rogó a la comunidad internacional a reiterar sus esfuerzos para eliminar todas las formas de discriminación racial y/o étnica, recordándonos nuestra responsabilidad colectiva de promover y proteger los ideales de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, cuyo primer artículo afirma que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos.
El mundo anda mal… Vivimos en los postreros días, los cuales Pablo exhortaba a Timoteo que serían difíciles, peligrosos… Aún estamos atónitos, tratando de asimilar el ataque terrorista ocurrido el pasado viernes en Nueva Zelanda. En dos mezquitas de la ciudad de Christchurch, al menos 50 personas han muerto y más de 40 resultaron heridas. Un australiano de 28 años descrito en la prensa de su país como un ultraderechista islamófobo entró armado en la mezquita Al Noor, abrió fuego indiscriminadamente contra los feligreses reunidos en la oración del viernes, y lo retransmitió por las redes sociales con una cámara adherida a su cuerpo. El autor de la masacre hace parte de un movimiento cuyo principal objetivo es “evitar que los musulmanes y las personas que no son de raza blanca se apoderen de la sociedad occidental”. Hechos como este son tragedias desgarradoras. Tal atrocidad motivada puramente por diferencias raciales nos hace acuerdo que no hay límites en la maldad en el corazón del hombre.
Como cristianos somos desafiados a vivir nuestras vidas de una manera que influencie nuestro entorno y a cambiar esta realidad.
En el momento que aceptamos a Jesús Cristo como nuestro Señor y Salvador fuimos inseridos en el Reino de los Cielos. Un Reino de luz, paz, justicia y gozo. En ese Reino no hay fronteras geográficas, y todos estamos bajo el gobierno del Dios Todopoderoso, que no discrimina a nadie y delante de quien somos todos iguales.
En Gálatas 3:28 está escrito: No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús.
La Biblia aun nos exhorta que mientras vivimos, todos como extranjeros y peregrinos en este mundo, a través de nuestra conducta, los que no Lo conocen, puedan observarnos y glorificar a Dios en el día de la salvación. Por Su Gracia y poder Dios nos hizo embajadores de Su Reino y tenemos un mandamiento a cumplir: amar al Señor sobre todas las cosas y amar al prójimo como a nosotros mismos. Al cumplir con denuedo la tarea que nos fue asignada estaremos colaborando para que todas las barreras entre nosotros sean derribadas y el Reinado del Señor sea al fin establecido.
Oremos para Que la iglesia sea promotora activa del combate contra el racismo y la Xenofobia
Ver: 2Tim 3:1, Hc 10:34-35, Job 33:6, Col 1:13, 1Pe 2:9, Gal 3:28, 1Pe 2:11-12, 2Cor 5:20, Mat 22:39
Autor.Roberto Almeida
Pastor de la Iglesia.Comunidad Cristiana de la Ciudad
Pastor de RIU.
Totalmente de acuerdo. Somos luz del mundo y sal de la tierra. "sal afuera del salero "